Hoy tengo una historia muy especial y gratificante que quiero compartir con vosotros, especialmente con todas las mamás que estáis embarazadas y con las que tenéis bebés prematuros en la unidad de neonatos, seguro que os animará a luchar.
Esta historia nos llegó al email de parte de Irene, una compañera de camino y una mamá de una niña de dos años y medio que nació a las 26 semanas de gestación. Fue una gran prematura pero tuvo la enorme suerte de tener a una madre luchadora que ante la opción de darle lo mejor para ella (su leche) no lo dudó ni un segundo y luchó contra viento y marea por y para conseguirlo.
A pesar de ponérselo muy difícil, no desistió y eso, junto con los cuidados ofrecidos en neonatos y la fuerza y las ganas de vivir de su hija, hicieron que salieran adelante.
A pesar de ello tuvo momentos de flaqueza y su hija salió del hospital tomando biberón, pero Irene buscó ayuda con su matrona (que casualmente ahora es la mía) y con la asociación de apoyo de la ciudad y juntas y gracias a sus ganas consiguieron relactar a la pequeña que ha sido amamantada hasta los dos años.
Os dejo su historia y si os gusta y os parece tan valiosa como me parece a mí, podéis compartir este post con toda libertad entre todas las madres que lo puedan necesitar.
La guerrera de la teta:
"La historia de mi teta, o más bien de mi lactancia, comienza cuando nació mi hija hace dos años y medio. Tener un bebé gran prematuro de 26 semanas de gestación y 690 gramos de peso no es lo que se dice un acontecimiento feliz. Además de temer por su vida, en lo que menos piensas es en qué pasará porque en realidad no lo sabes.
Mi hija nació en el Hospital Clínico de Granada, un hospital que, sobre el papel, apoya y fomenta el parto humanizado (en mi caso fue ne-cesarea de urgencia así que no puedo opinar) y la lactancia materna a demanda. Y digo sobre el papel porque en el caso de la lactancia mi experiencia fue bien distinta.
Al día de nacer mi hija vino a visitarme una enfermera? Matrona? Mir? No lo sé porque no se identifico pero el caso es que me preguntó si iba a amamantar a mi hija y dije un Sí rotundo sin dudar. Era consciente de que para que eso ocurriera había un largo camino pero desde luego estaba dispuesta a recorrerlo. Cuando las circunstancias (justificadas en mi caso) te han robado un parto natural y un hijo, no te queda mucho más que ofrecer a ese pequeño ser que se agarra a la vida en una incubadora, así que, Si, por supuesto que quería amamantar a mi hija.
La enfermera me comentó la política del hospital con el Sacaleches y se ofreció a traérmelo a la habitación y empezar con la extracción. He de decir que me lo trajo (creo recordar) pero no me explicó cómo funcionaba así que, la primera vez que me puse la copa en el pecho, aparte de un leve vaivén no sentí mucho más y no salía nada de mi pecho. No había conectado bien el cable así que, no había fuerza de succión. Esto lo cuento porque me parece curioso que, a pesar de fomentar la lactancia y encontrarte posters en los pasillos, no se paren contigo un mínimo de tiempo a explicarte cómo funciona el aparato.
La siguiente vez sí que conecté el cable y para mi sorpresa comenzó a brotar una cantidad de calostro impresionante. Me llené de felicidad pensando que mi hija tendría reservas de leche para cuando pudiera ser alimentada con ella así que, continué con las extracciones durante el tiempo que estuve ingresada (15 días por infección).
Las enfermeras se mostraron en todo momento dispuestas a darme ánimos aunque eso sí, me recomendaban que utilizase el sacaleches cada 3 o 4 horas no antes porque no habría producción de leche. Eché en falta que alguna asesora o entendida en la materia se parase conmigo a comentar la situación, las posibilidades que tenía ante mí o cómo iniciar la lactancia cuando llegase el momento. Yo llevaba información de mi cuenta pero entiendo que lo deseable en un hospital es que te informen (o al menos a mí me habría gustado) sobre todo si tu circunstancia no es lo habitual.
Mientras yo me sacaba leche y seguía en el hospital veía como a las madres recién paridas les ofrecían un bibe con manzanilla cada noche (recordemos que el hospital fomenta y apoya la lactancia materna a demanda), aunque claro, yo no tenía ese problema.
No recuerdo en qué momento quise ponerme a mi hija al pecho pero sí recuerdo por qué. La tenía cogida en mis brazos, practicando método canguro con ella cuando vi como tímidamente sacaba su minúscula lengua y comenzaba a chupetear mi piel buscando alimento así que, llamé a una enfermera y le comenté la posibilidad de ponerla al pecho. Automáticamente vinieron la mir y el pediatra y me comentaron que era mucho mejor comenzar por tetina o con una técnica llamada “método finger” (método dedo en inglés) que consistía en introducir mi dedo meñique en la boca de mi hija mientras con una jeringuilla provista de una cánula le íbamos proporcionando leche. La idea era que la niña asociase que al succionar obtenía alimento
A mí me parecieron ambos métodos algo absurdos así que, no dije mucho y esperé a ver qué pasaba. Por suerte en la UCI había alguna enfermera pro-lactancia que me ayudó a “saltarme” a los médicos y los métodos y ponerme a la pequeñaja al pecho para comprobar que se enganchaba sin problemas. No contaba con más de 1 kilogramo de peso y, aunque no mamaba como para alimentarse solo de pecho (digo esto porque mamaba muy poco y se cansaba así que, era necesaria una ayuda para que su cuerpo recibiese los nutrientes necesarios) si pudimos iniciar el protocolo de lactancia que me permitía asistir a las tomas (cada 3 horas a partir de las 12 de la mañana!) y así pasar más tiempo con mi hija, pues el horario de visitas de la UCI cuando mi hija estuvo ingresada era solo de dos horas diarias de 13 a 14 y de 16 a 17.
Bajamos a la octava planta (Neonatología) con Valeria enganchándose al pecho y tomando leche materna en biberón así que las perspectivas eran bastante buenas… pero, como en todo cuento con final feliz, siempre hay un momento crítico, una bruja que intenta que sus planes de derrotar a la heroína triunfen, y en Neonatos me encontré con más de una (situación, no bruja, claro!) que tuve que lidiar como dicen los toreros “con mucha mano izquierda”
Cuando bajaron a mi hija, llegó en incubadora aunque luego pasaría a cuna más adelante. La política de Neonatos en el clínico da más protagonismo a los padres de manera que eres tu quien cambia a tu hijo de pañal y controla si ha hecho caca o pipi (tienen que apuntarlo a diario), cuánto ha comido (una incongruencia si recordamos que se pretende fomentar la lactancia materna, o ¿alguna madre lleva un medidor de mililitros incorporado en el pecho?) y todo lo que el niño requiera (si llora o necesitas algo lo pides).
Respecto a la lactancia materna me encontré con la sorpresa de que las tomas eran cada 3 horas, teniendo en cuenta que el hospital clínico es prolactancia materna y la fomenta con diversos carteles publicitarios así como con la información que recibes por parte del personal. Digo esto porque a pesar de haber manifestado que quería dar lactancia materna a demanda, era raro que se me avisara (quedé ingresada como madre lactante en la séptima planta y facilité mi número de móvil para que pudiesen localizarme) cuando la niña lloraba si no era la hora de la toma. En su lugar le llegaron a dar sin mi consentimiento (no se me informó) glucosa en un chupete para calmarla. Tiempo después fui yo misma la que le puso chupete a mi hija pero, en aquellas circunstancias y dado que estábamos comenzando a establecer la lactancia materna, no me pareció demasiado bien.
Mi historia salió bien. Conseguí dar de mamar a mi hija, si, pero no porque el personal me lo pusiera fácil. Cada enfermera, cada profesional al que consultaba me daba una opinión totalmente subjetiva y basada en su experiencia o en la formación que recibió cuando cursó estudios y no en la política de fomentar la lactancia que se supone tiene el hospital. Había enfermeras de la “vieja escuela” que a pesar de haber recibido formación, aún tenían la creencia de que los prematuros, por norma general no toman pecho, así que los consejos eran variados en torno a si mi hija iba o no a conseguir mamar de forma regular.
No puedo negar que hubo enfermeras que me apoyaron, que me aconsejaron posturas para que mi hija, demasiado pequeña para el tamaño de mi pecho, se agarrase mejor y mamase sin problemas, no puedo decir que no hubo quien me animó, me insistió y me ayudó, quien me llamó cuando mi hija lloraba aunque acabara de comer, para que pudiera darle pecho de nuevo. Si lo hubo, pero la tónica general, el sentir de otras madres junto conmigo, era que cuando llegásemos a casa haríamos lo que nos diera la gana pero mientras estuviésemos allí había que cumplir las normas, unas normas que no se correspondían con lo que decían los pediatras, con lo que dice la normativa del hospital y sin embargo había que cumplirlas.
En mi caso mi hija aguantó hasta que llegamos a casa, y llegamos tomando biberón. Sin embargo, gracias a la matrona de mi centro de salud que me informó de cómo reiniciar la lactancia, cómo hacer para que el vínculo entre mi hija y yo permaneciese y fomentase la lactancia…conseguí que mi hija iniciara una lactancia materna que a pesar de que no duró 6 meses en exclusiva, ha durado dos felices años.
Sé de otras madres que no lo han conseguido, que llevadas por el miedo, por la decepción, por los consejos contradictorios que desaniman y hacen dudar del instinto más primario, han dejado de intentarlo y han dado biberón.
No voy a hacer “talibanismo de la teta”. Sé que esas madres lo intentaron y de corazón querían dar el pecho pero no todo el mundo tiene la fortaleza de quien se sabe capaz, de quien se conoce mamífera y sabe que es capaz de amamantar, no todo el mundo tiene la misma convicción y en una situación de indefensión, con un bebé que no es lo que esperas, con profesionales que te llegan a decir que va a ser perjudicial para su salud porque no cogerá peso, es difícil mantenerse fuerte.
Yo sé que se puede. Mi hija y otros prematuros que me he encontrado por el camino son la prueba. Pero no es fácil, no te lo ponen fácil y eso es un error. Es un tremendo error dar al traste con las esperanzas de una madre de darle a un hijo lo más preciado que tienes solo porque “a ti te lo contaron así”.
Sé que las cosas no han cambiado mucho a pesar de que han pasado ya casi 3 años y se que muchas madres se quedarán con el mensaje de “mi hijo fue prematuro y por eso no le pude dar la teta”.
Me entristece y mucho y espero que mi experiencia sirva para que otras madres vean que si se puede, que con información y convicción, si no hay ningún problema médico o físico por parte del bebé que lo impida, con paciencia y cariño, con ayuda de los profesionales, se puede dar la teta a un prematuro y que sea una lactancia prolongada y feliz."
Recuerda que si tú también has vivido una historia o caso que piensas que puede ayudar a otras madres, puedes escribirnos a lactandoamando@gmail.com y contarnos tu historia, la publicaremos en breve,
Gracias por compartir esta historia tan bonita y cargada de esperanza. Un abrazo!
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