A raíz de cierto tweet que publique hace un tiempo y de la
repercusión que tuvo entre la comunidad de #madrestwitteras he considerado interesante
dale un poco mas de vida con este post que hoy os presento.
Todo empezó por un tweet alusivo al anuncio televisivo de cierto complemento
nutricional que trata de colarse en las cocinas de todas las
madres por tal de que nuestros hijos "crezcan sanos, fuertes y felices". Lo más
preocupante, además del tono del anuncio, es una frase en la que se afirma que
“uno de cada dos niños deja comida en el plato” acompañado de un plato apenas
tocado y un muslo de pollo apenas mordido. Ante tal situación la solución es
darle a nuestro querido hij@ un complemento nutricional con el que ya podrá
dejarse el plato entero que no tendrá problemas.
Hablaremos más tarde de ese aspecto nutricional, pero vamos
a empezar por el publicitario, que además viene a darle título a este post. Y
es que toda esta retahíla de que es lo mejor para tu hijo, que tu hijo
necesita, que tu hijo precisa, que tu hijo necesita más… seguramente ya nos
suene de mucho. Nos suena porque es el mismo argumentario que usaban las
empresas farmacéuticas para vender las leches de formula y a día de hoy las leches de crecimiento. Aunque sea pisoteando
a la lactancia materna entre otros, mintiendo sobre los beneficios de sus productos frente
a esa lactancia materna y casi afirmando que se es mala madre por no dar esa
leche de formula. Algo que casi se mantiene en parte, con ese anuncio en que la
“madre novata” puede quedarse tranquila de la alimentación de su hijo con esa
leche. Pues ese mismo pretexto, esas ideas son las que se mantienen en este
anuncio.
Por si no lo habéis visto la idea es que la hora de la
comida es una hora difícil para las madres. De hecho esta idea era la principal
del anterior anuncio donde la mesa crecía literalmente para separar a madre e
hijo (apesadumbrada y triste madre ella) a la hora de comer porque el “nene” no
quería comer lo que la madre le ponía y sin embargo le hacía fiestas a dulces y
otros alimentos poco sanos. En este caso el argumento fundamental, tal
cuestionable como falto de justificación, es esa estadística por la que la
mitad de los niños se deja comida en el plato.
¿Es un delito que un niño deje comida en su plato? Pues por
supuesto que no. Igual que tampoco lo es que lo deje un adulto. Haced la prueba
la próxima vez que vayáis a un restaurante y contad cuantos platos hay con
restos de comida. ¿Deberían todos esos adultos tomar complementos
nutricionales? Pues probablemente tampoco. Igual que tampoco lo necesitan
nuestros hijos. Tanto grandes como pequeños lo único que necesitan es una dieta
sana, variada y equilibrada donde se coma de todo. Pero ojo… comer de todo no
significa que tengamos que comer todos los alimentos. Hay niños y grandes que
no soportan la proteína de la leche, o el gluten, o gente que le sienta mal el
pimiento (como es mi caso). Y quien más y quien menos tenemos nuestro alimento
“rechazado”. Ese que no nos comemos casi ni cobrando. Dado lo amplios que son
los grupos de alimentos, ¿para que empeñarnos en hacerles comer lo que no gusta
pudiendo cambiarlo por otra cosa.?
Siguiendo con la estadística surge una segunda cuestión y es
las expectativas de las madres y padres. Los niños no comen como nosotros
comemos. Cuando el niño come y se siente saciado normalmente deja de comer... y
se deja comida en el plato. Los mayores solemos hacer el esfuerzo (por no
tirarlo, porque nos gusta el plato, por gula o a saber por qué) de comer un
poco más de lo que deberíamos por no dejar eso. Y en otros casos también
nosotros lo dejamos. Así que ¿Qué tiene de raro que el niño deje comida? Pues
nada. Especialmente porque nuestras expectativas, como decía, no siempre están
en línea con lo que el niño necesita y más si tenemos en cuenta que la ingesta
alimenticia de los niños no es tan regular como la nuestra. Unos días pueden
tener mucha hambre y otros días apenas comer. Y no pasa nada… siempre que
mantengan unas pautas de alimentación sanas
y equilibradas y mantenga un peso y un crecimiento adecuado a su edad, y
a su propio cuerpo, su peso y su condición. Por tanto, mientras nuestros
pequeños crezcan de forma adecuada no debemos preocuparnos en exceso ni andar con
complementos y demás potingues farmacéuticos. Por muy bonito y fácil que nos
vendan esta “panacea” tenemos capacidad más que de sobra para prescindir de
estos complementos nutricionales cuando realmente no son necesarios.
Creo que ya son bastantes razones para no recomendar estos
productos. Pero vamos a dar un paso más
y veamos que contienen estos productos. La tarea no es fácil porque la
composición de los productos se escoden como si fueran la fórmula de cierta
bebida refrescante que no mencionaré para no hacerle publicidad a Coca Cola.
Del análisis de una fórmula de estos productos se observa que incluye sacarosa
para empezar, además de diversos aceites como el de coco, de soja o girasol y
una larga retahíla de proteínas y vitaminas de origen químico y de laboratorio.
Todo un producto de vida sana. Pero lo
más gracioso es que si vemos las recomendaciones se indica que el producto
sirve para niños “malcomedores” o niños en situaciones como “anorexia infantil,
procesos pre o post operatorios, diarreas graves o convalecencias”. Digo yo que ya puestos incluso podemos
plantearnos darle las galletas energéticas que UNICEF reparte en las
emergencias humanitarias a los niños malcomedores...
Para concluir… un niño normalmente no es malcomedor (termino tan poco
correcto como insultante para el niño) por gusto. Un niño que tiene problemas
con la alimentación puede tener miles de causas: desde problemas puntuales de
nervios o estrés, una dieta inadecuada, un empeño en darle aquello que al niño
no le gusta, o incluso crisis puntuales de alimentación, que también existen.
Igual que nosotros tenemos días desganados porque nos sentimos mal y preferimos
no comer, nuestros hijos también tienen esos días.
Sea por la razón que sea, ningún niño es malcomedor por
gusto. Los padres tenemos muchas
posibilidades para que nuestros niños no lo sean, entre las que no está cierto
libro que no recomendamos , todo sea dicho: variar los platos, animar las
presentaciones, conocer los ritmos alimenticios de nuestros hijos y adaptarnos
o ser conscientes de que ni los niños tienen que comérselo todo ni tampoco tienen
por qué gustarnos todos los alimentos que existen.
Por cierto.. este artículo ha sido escrito por alguien que
nunca probo el tomate de pequeño y ahora no perdona en los desayunos las tostadas con tomate y en estos días de calor degusta con placer la porra antequerana y el gazpacho. Y por alguien que no soportaba las
lentejas y ahora se las come con cierto gusto… a pesar de que mi madre fuera de
esas de “hasta que no te las comas no te levantas” o “si no te las comes las
tendrás de cena”.
Antes de cerrar el post si querria pedirte que si tienes alguna experiencia que quieras
comentarnos al respecto, tus “trucos” para que tus hijos disfruten de la comida
o incluso alguna anécdota o “batallita” estaremos encantados de leerla.
Papaito Wawi
Papaito Wawi
Para mi el mejor truco es dejarlos probar y dejarlos comer cuando quieran y lo que quieran, dentro de un menú de cosas saludables (con uno que otro dulce). Así hemos aprendido juntas que le gusta y que no, y las cantidades que le apetece comer, sin llanto, sin sufrimientos. Mi niña ha crecido tranquila, feliz y saludable simplemente dejándola explorar la comida y dandole opciones. Para mi, esa es la clave. Excelente post! Lo público en mi comunidad!! Besos!!!
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